Si recordamos… Las primeras
alkimistas fueron mujeres, pues eran ellas las encargadas del fuego del lar,
mientras que los hombres se dedicaban a la caza. El universo, por tanto, obliga
a la mujer a ser custodia del fuego.
Ella, por su fisiología, puede
ser también considerada la primera alkimista, por la posibilidad del cambio y
purificación que le ofrece, mes tras mes, su menstruación. El conocimiento
de saber transformar los alimentos para
hacerlos comestibles, llevó a la mujer a darse cuenta de que el olor modificaba
su carácter y de que, a su vez, los alimentos se impregnaban de su ánima.
La cocina pasó, de ser alkímica,
a ser un “castigo”, con un sentido de relegación, incomodidad, suciedad. La
mujer, esclava, reivindica actualmente su salida de la cocina como parte de su supuesta liberación, sin
darse cuenta de que ella alberga el
conocimiento de la alkimia del alimento. La madre, intuitivamente, mantiene el
afecto en el hacer culinario, pero no actúa como alkimista.
Aún así, y por su intención de
afecto, hace que sus comidas sepan “diferentes”, que tengan su “truqui”. De ahí
que a los hombres casi siempre les guste más la comida de su madre que la de su
mujer.
El aporte de la alkimia de la
cocina pasa a ser una terapia personal, sin que en ello exista
una proposición expresa. Sin saber por qué, el estado de ánimo cambia, y
pasa por la euforia, la alegría, el silencio, la introspección, que no es sino
una muestra de la alkimia que se está produciendo. Y esos estados se crean si
se trabaja bajo una intención. Así, el cocinar deja de ser una tortura.
Cuando una persona está triste y
llega la hora de comer, si somos artistas alkímicos, podemos preparar
algo para eliminar la tristeza, de tal forma que la presentación, el
olor, el color del alimento, consigan abrir el apetito y se haga bueno el
refrán: “Barriga llena, corazón contento”, pero con intención. La intención
tiene que estar desde el principio y continuamente en todo acto de preparar el
alimento, para que éste canalice, en el hombre, su propia identidad y sentido
de amor. E, igualmente, es muy importante la experiencia de afecto entre
quienes participan en esa transformación alkímica de los alimentos.