Meditar y Orar "Alimento de Vida"

Una opción sanadora...

La oración, como la meditación, es una vía que le queda al ser humano para entrar en comunicación “con”. Aquí, ya no nos comunicamos con nosotros. En realidad, no sabemos con quién nos comunicamos, pero pensamos que, en esa comunicación, intervienen otras fuerzas que podríamos denominar “Las Fuerzas de la Creación”. Y ya está tan lejos la Creación… El único vínculo que nos queda es la Oración.

A diferencia de la meditación, donde el objetivo es cada uno –tratando de mejorar su situación a través de la respiración, de la quietud, de la voluntad, a través de sus capacidades, y con una práctica o una guía “x”-, en la oración, la referencia no es uno mismo. Es la apertura de los sentidos a otras fuerzas, que pueden hacer lo que crean conveniente con la expectativa que estoy planteando en la oración.
En la meditación, se debe controlar el cuerpo. En la oración, no es que se descontrole, pero lo que va a ocurrir cuando se entra en esa dimensión orante –donde la referencia es la Creación… Dios…-, no se conoce.



Pero, ¿qué tipo de oración?
Aquella que haga referencia a los aspectos que se viven cotidianamente. Simplemente, orar diez minutos, haciendo un recuento del día.


“A quien pueda interesar.... Por si alguien me escucha… ¡Hago saber, a quien pueda interesar...!



La meditación -de la que en nuestra Escuela hacemos práctica desde el comienzo- supone para nosotros un acto fundamental a lo largo del día. Y los requisitos para meditar son muy simples.


Primero: la quietud.

La quietud es un acontecimiento que, en la vida de los seres, es imprescindible para la supervivencia. Es decir, es un mecanismo típico de supervivencia: máxima quietud. Y eso lo podemos ver en numerosos seres que viven en nuestro entorno y que se defienden del medio ambiente por la quietud. Es una forma de defenderse, de sintonizarse y de pasar desapercibido. Es un mecanismo ideal para diluir los egoísmos -pequeños, grandes-... las importancias personales...
Simplemente, estar quieto.

Segundo: la respiración.

Hay que respirar por el ombligo. Simplemente, cruzo las manos con los pulgares sobre el ombligo, para tener la referencia clara.
Mantenerse en esa actitud diez minutos nada más. Si es posible, la espalda recta.
Hablamos simplemente, de diez minutos, pero el día ya no va a ser igual , porque, en ese tiempo, van a descubrir muchas cosas que no pensaban descubrir.

La práctica diaria de la meditación se constituye, así, en un elemento coadyuvante de la vitalidad general del organismo. Por una parte, rescata la respiración embrionaria; por otra, recuerda la capacidad de supervivencia de todo ser vivo.