04 marzo 2011

"La Cocina es Alkimia"

La cocina es un lugar templario porque en ella se custodia el fuego. Antiguamente, en todas las culturas, se mantenía siempre el fuego encendido en la casa. Era el lar, alrededor del cual se reunían los que en ella vivían para conversar, compartir, planificar. Era, el lar, el elemento aglutinador de convivencias y solidaridades.
Bajo esta perspectiva, si queremos buscar otras formas de preparar los alimentos, debemos hacer de la cocina un lugar de acogida, servicio y sanación, en donde se motive la alegría y la creatividad extraída de lo concreto, de lo profano.
La alkimia persigue, desde siempre, la transmutación del ser; y ello se puede dar en  la cocina, pues en ella vamos a trabajar con los dos elementos que constituyen el eje de la vida: el agua y el fuego. Y la cocina proviene de ella; es una derivación de ella. De hecho, contamos con estos elementos y con los diferentes ingredientes: carnes, verduras, cereales, a los que machacamos, damos vueltas etc., igual que hacía el alkimista en su retorta.
La palabra "Alkimia" viene de la lengua griega:

  que significa “mezcla de jugos”...

¿Y qué hace el Estómago sino mezclar sus jugos con el bolo alimenticio?
 ¡El Estómago es el gran alkimista de nuestra estructura! Así que nosotros tenemos “pedigrí” alkimista en nuestra estructura. Quizá sea parte de lo misterioso de la Creación. Curiosamente, el Estómago alberga el “tres” del misterio: píloro, fundus y cardias.
En la cocina se vive lo mismo que ocurre en el interior del organismo: el hombre utiliza una parte del fuego interno en transformar los alimentos en energía; los transfigura. Ya en la masticación se va a generar calor.
La palabra Estómago viene del griego:

 ...“stomajos”, que significa “boca”. Ello nos confirma que la digestión comienza en la boca, con el movimiento y el calor que se genera.


 En el Estómago, al igual que en la cocina, los alimentos, a través del agua    –que son los jugos gástricos y el fuego-, se mueven, cambian, se transforman, mutan y transmutan, hasta convertirse en energía útil.
La cocina es un lugar de alkimia porque reproduce el mismo proceso alkímico que se da en nuestro interior.
La alkimia comienza en la cocina ante la observación del poder transformador del fuego sobre los alimentos, que contienen una proporción de agua.
Las primeras alkimistas fueron mujeres, pues eran ellas las encargadas del fuego del lar, mientras que los hombres se dedicaban a la caza. El universo, por tanto, obliga a la mujer a ser custodia del fuego.
Ella, por su fisiología, puede ser también considerada la primera alkimista, por la posibilidad del cambio y purificación que le ofrece, mes tras mes, su menstruación. El conocimiento de  saber transformar los alimentos para hacerlos comestibles, llevó a la mujer a darse cuenta de que el olor modificaba su carácter y de que, a su vez, los alimentos se impregnaban de su ánima.
Más tarde, sabedora como era de que el olor, color, sabor, modificaban el estado de ánimo del sujeto, y sintiéndose oprimida en una sociedad machista, comenzó a usar la elaboración de los alimentos para dominar al varón. Y así podemos decir: “Varón casado, varón domado”. Conviene recordar que, al casarse, el hombre suele engordar...
La mujer  yinguiniza al varón para que no se dispare su Yang. Es la confabulación de la hembra en sociedades en donde prevalece el dominio del varón, para hacerse con el poder sin que se note, sin salir de casa, sin salir ¡ni de la cocina! A ello ha colaborado el desprecio que el hombre siente hacia las tareas culinarias. La cocina pasó, de ser alkímica, a ser un “castigo”, con un sentido de relegación, incomodidad, suciedad. La mujer, esclava, reivindica actualmente su salida de la cocina  como parte de su supuesta liberación, sin darse cuenta de que ella  alberga el conocimiento de la alkimia del alimento. La madre, intuitivamente, mantiene el afecto en el hacer culinario, pero no actúa como alkimista.


Aún así, y por su intención de afecto, hace que sus comidas sepan “diferentes”, que tengan su “truqui”. De ahí que a los hombres casi siempre les guste más la comida de su madre que la de su mujer.
El aporte de la alkimia de la cocina pasa a ser una terapia personal, sin que en ello  exista  una proposición expresa. Sin saber por qué, el estado de ánimo cambia, y pasa por la euforia, la alegría, el silencio, la introspección, que no es sino una muestra de la alkimia que se está produciendo. Y esos estados se crean si se trabaja bajo una intención. Así, el cocinar deja de ser una tortura.
Cuando una persona está triste y llega la hora de comer, si somos artistas alkímicos, podemos  preparar  algo para eliminar la tristeza, de tal forma que la presentación, el olor, el color del alimento, consigan abrir el apetito y se haga bueno el refrán: “Barriga llena, corazón contento”, pero con intención. La intención tiene que estar desde el principio y continuamente en todo acto de preparar el alimento, para que éste canalice, en el hombre, su propia identidad y sentido de amor. E, igualmente, es muy importante la experiencia de afecto entre quienes participan en esa transformación alkímica de los alimentos.
Sólo con la forma de servir se puede ayudar a otros. Cuando se desarrolla esa intención, se aprende a intuir el estado de las personas y lo que precisan para sanarse. Esta forma de abordar la preparación de los alimentos, es una forma alkímica de servicio que, en su integración, hace llegar a las personas a otro estado de consciencia, donde, a pesar del cansancio, éste no llegue a ser extenuante; y, de este modo, también quien prepara el alimento cambia en su ánima.  Lo que aparentemente es un suplicio –el cocinar-, se convierte en un lugar de creatividad; en un acto de amor para la transformación de los alimentos, que, en definitiva, es de donde procede el alimento que nutre al espíritu.


Vamos a recuperar el sentido de los ingredientes que nos van a activar la forma de nutrir nuestro espíritu. Vamos a dialogar con ellos y descubrir qué nos dice cada uno, en su forma, en su color y en su sabor.
Algo muy importante en este planteamiento es que, en esta cocina, todas son expresiones del interior, no son recetas.
Es fácil perderse en ellas y acabar olvidando lo principal: esa expresión interna que debe dirigirlo todo. Con esta intención hay que afrontar todos los haceres culinarios.
Hoy día, las cocinas son un caos, y la arquitectura moderna deja cada vez menos espacio para ese lugar de la casa que, curiosamente, siempre se enseña en último lugar. Ello implica una dificultad para que el hombre recupere el camino de su liberación.
En el caso de la cocina profesional, el ánimo de lucro contamina los platos, y por eso la comida sienta a veces mal. De hecho, es frecuente que las personas que comen con frecuencia en restaurantes acaben padeciendo del Estómago. ¡Por cierto! Una “receta”: Si se encuentran en esta situación de comer fuera de casa con frecuencia...
respiren con los tres fogones, tres veces con cada uno, para avivar el fuego y purificar los contaminantes.
extracto del libro "comer salud" J.L.Padilla.

 

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