21 mayo 2011

"LA SED" por J.L.Padilla


"Dios es como la sed.
Cuando se siente una vez nunca se olvida.
Sólo se sacia con Él mismo,
…así como la sed sólo se calma con el agua.
El que tiene Sed Divina recibe gotas del Eterno para calmar su sed.
Y así se ve recompuesto; así se siente reconfortado.
Así se toma consciencia de toda la sed que se tiene"

Y nuestro asesor y Maestro J.L.Padilla nos cuenta que la sed también puede provenir de otras instancias.
Porque… un corazón sincero… es como un agua cristalina que calma la sed.
Un corazón confuso, convulso, inquieto, descortés, opaco, con interés… un corazón que no escucha y tantos más, son agua turbia que se estanca, ¡agua que no calma la sed, que contamina y que no hace fructífero  el campo!
La mente, qué cerca está de "la miente", tan cerca que puede escuchar cada cual lo que quiera, y decir, igualmente, lo que más interese.
Por esto y más nuestro asesor nos pide que hagamos un ejercicio del corazón en su escucha y en su palabra, ¡sin excluir la inteligencia de la mente!, guardando la fidelidad a lo que realmente haya acontecido, no expresar ningún sonido hasta que el otro no entre en silencio, y si hay alguna duda que aguarde nuestro interlocutor.
El talante interpretativo, con tantos prejuicios, puede ser bestial, y todo ello adornado de la llamada "buena fe", ¿verdad?.
Hagamos un esfuerzo por no mentir, por pensamiento, palabra, obra u omisión.
Fíjense, es sin duda una intención noble el buscar alguna medida para que aquilatemos lo que decimos y que las personas sientan -para eso está el lenguaje- lo que tú has pensado o has sentido, a través de la palabra, y no que piensen y sientan otra cosa distinta, bien sea por los propios prejuicios, o  por las propias palabras.
Sugerimos entonces para calmar la sed que siente nuestro espíritu, el ponernos en la disposición de hacernos entender,  hacer lo posible por abrir la mente y escuchar realmente el tono de nuestro corazón, que tiene que estar acompasado inevitablemente por un verbo de Amor, ¡porque éste emana del corazón! No tratemos de engañarnos a nosotros mismos o engañar al otro diciendo palabras groseras, por ejemplo, amparándonos en que “la intención no era esa, o que fue subconsciente, o inconsciente” y cada cual se ampara en una cosa u otra como mecanismo para cambiar la realidad según nuestro gusto, nuestro deseo, nuestra necesidad o nuestro interés. Claro, si todo el mundo juega a lo mismo, no se nota mucho, o bien se declara permanentemente la guerra; pero si hay alguien que no juega a lo mismo, y no está por la guerra y sí por la evolución espiritual, pues entonces, no pasa.
Hagamos un esfuerzo, con el pensamiento, con la palabra, con la obra y con la omisión para calmar nuestra sed en nuestra alma y en nuestro espíritu y así inevitablemente calmaremos nuestra sed física.

¡Dadme de beber... La Vida!, que estoy rodeado de cadáveres.
¡Dadme de beber... un poco de serenidad!, que estoy rodeado de tensiones.
¡Dadme de beber...! que estoy sediento de pasiones;
y estoy rodeado... de opresiones.

¡Dadme de beber! –dice la humanidad sedienta... de ilusiones-,
que estoy lleno de... concretizaciones.
¡Dadme de beber... alguna verdad!,
que mi pozo está seco; y está lleno de arenas de mentira.

¡Grita el sediento... su sed en el desierto... su sed en la ciudad!
La misma sed que reclama un poco de amor... sin ansiedad.
¡Sed de un... instante sin dolor! ¿Cómo será?

En el ejercicio de la Fe en Lo Divino... y en la convicción de que... somos vehículos calmadores de sed, está la posibilidad de que nadie sufra por la sed de una necesidad... de vivir...
de sentir...
de aspirar...
de crecer...

Palabras orantes de nuestro asesor y Maestro J.L. Padilla.
Gracias... ámen.


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